sábado, 20 de agosto de 2011

Quien Fuera Un Bujurqui

Escrito 18 de agosto del 2011
Las aguas claras, transparentes, torrentosas, y limpias de las quebradas y ríos de los cerros de Kampankis deben de ser un excelente lugar para vivir para los peces que evolutiva y naturalmente “escogieron” (o fueron escogidos?) hacer de estos hábitats su hogar, y si tuviera que darle algún adjetivo superlativo para calificarlos diría que es un lugar “paradisíaco” (en términos de la ictiofauna claro está, el lector no vaya a imaginar una playa turística como Cancún o Varadero).
Paridisiacas pozas de los Cerros Kampankis.
Foto: M. Hidalgo

Muchos bujurquis (Bujurquina cf. hophrys) pueden en quebradas como Kampankis observar absolutamente todo lo que acontece allá afuera “en el otro mundo,” aquel separado por la delgada línea que divide el agua del aire. Los días soleados con el intenso azul del cielo se transforman en un espectáculo hermoso y del mismo modo, la vista del bosque verde ribereño provee con sus sombras seguramente lugares de camuflaje, pero sobretodo la promesa de lo que desde sus ramas pueda caer al agua-–es un hecho que todo lo que cae en el río es atacado en cuestión de segundos por cardúmenes de pequeños carácidos como Astyanacinus y Hemibrycon--siendo este un ejemplo de la estrecha relación entre los bosques y los hábitats acuáticos.
Desde el fondo de estas aguas cristalinas, la vista de las montañas de Kampankis debe de ser una de las cosas más gratificantes que pueda un ser vivo observar, especialmente para especies muy visuales y territoriales como Bujurquina cf. hophrys. Si a esto le sumamos noches de luna llena, quizás ahora pueda acercarme más a mi idea original del lugar “paradisíaco” (y siendo sincero, yo nunca he visto la luna llena desde abajo del agua, pero el solo hecho de imaginármela hace que casi lo crea con firmeza). En general la mayoría de peces amazónicos no disfrutan de este espectáculo visual-–salvo aquellas especies de peces que viven en zonas montañosas del piedemonte andino y en los Andes--ya que como sabemos las aguas turbias de la mayoría de grandes ríos amazónicos en el Perú (y que incluyen al Santiago, Morona y Marañón) no permiten mirar durante todo el año mas allá de apenas unos centímetros dentro de sus aguas. 

Mimetizandose con el entorno.
Foto: M. Hidalgo

Bujurquina cf. hophrys (junto con algunos loricáridos del genero Chaetostoma y los carácidos mencionados previamente) son de las especies más comunes en las aguas de los cerros de Kampankis. Caminando al lado de las quebradas es muy fácil observar a estos “bujurquis” o “kantash,” y de hecho es el único cíclido de los Cichlasominae que hemos observado en estos cerros. Estas especies tienen cuidado parental muy marcado, lo cual puede ser fácilmente observable cuando nos acercamos al borde de la poza donde están libremente nadando. Si logras que no te vean ellos primero, podrás mirar al menos un par de docenas de pequeños “bujurquitos” de menos de 5 mm de tamaño explorando el ambiente –en busca de microorganismos o algo para comer mientras atenta y sigilosamente la madre los va resguardando a unos pocos centímetros ante la posible aparición de cualquier evento que considere peligroso, como por ejemplo, que un ictiólogo se acerque a husmear que hacen. Es entonces que la madre abre rápidamente la boca y con una delicada pero veloz succión hace que sus crías queden protegidas dentro de su interior, quedando así explicado el porque estos cíclidos tienen las mejillas tan redondeadas que parecieran que siempre están masticando algo.
Las mejillas de los bujurquis pueden llevar bujurquitos.
Foto: M. Hidalgo

Marcando fuertemente sus bandas oscuras verticales y la banda longitudinal horizontal que pasa por la cabeza en forma de vincha o bandana-–y que les da ese patrón distintivo de coloración a todas las especies de Bujurquina–-me queda claro que lo que busca luego la mama “kantash” es romper el continuo de su cuerpo de forma que las sombras cumplan el resto de la misión que es camuflarse de mi presencia … y por un momento lo logra luego de que un súbito movimiento corporal hace que cambie de posición en la poza cristalina, mimetizándose con el entorno. El día que me quedé observando a la mama “bujurqui” en una de las quizás cientos de pozas que como esta hay en los cerros de Kampankis hubo una fuerte lluvia de alrededor de 1 hora y media, que hizo que la apacible y paradisíaca quebrada de nuestro campamento 3 se transformara en un peligroso torrente que seguramente nos hubiera podido llevar hasta el río Santiago. Mientras en el campamento monitoreábamos temerosos la quebrada deseando que no suba mas de nivel (casi alcanzó nuestro helipuerto), yo me preguntaba qué habría sucedido con la mama “bujurqui” y sus crías. ¿Se la habría llevado el torrente? ¿Las aguas turbias lodosas no la dejaron ver por donde nadar hasta un sitio más seguro? Me tranquilicé cuando al día siguiente ví que el agua de la quebrada volvió a ser la apacible quebrada transparente que conocí, y que en sus pozas muchas mamas “kantash” volvían a sacar a pasear a sus pequeños bujurquitos para que se alimenten mientras ven el cielo azul otra vez.
Los cerros de Kampankis con ictiológicamente una fuente inmensa de historias naturales como esta-–y de especies probablemente únicas como hasta ahora hemos registrado, las que incluyen probables especies no descritas de Lebiasina, Creagrutus y un Glandulocaudinae no determinado, y puedo asegurar que ahora entiendo con mayor intensidad el porqué para las poblaciones milenarias que han vivido y usado estas montañas es muy importante su protección y conservación.
 Nota por Max Hidalgo, Ictiologo



1 comentario:

  1. Maxi!!!! excelente ese bujurqui, muy buena historia, realmente interesante, no sabia ese comportamiento... Pero y donde está mi ala de colibrí?????????

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