lunes, 1 de agosto de 2011

Trabajos de Avanzada en Kampankis

Antes de que los biólogos lleguen al campo, enviamos a un equipo de avanzada a construir los campamentos, establecer las trochas y abrir pequeños helipuertos. El siguiente es un reporte de Álvaro del Campo, nuestro especialista en logística, quien dirige el complicado proceso de alcanzar algunos lugares extremadamente inaccesibles. 

De Alvaro:
Equipo de avanzada y la Policia Nacional Peruana
Foto: A. del Campo
 
Los seis líderes de avanzada (Italo Mesones, Guillermo Knell, Aldo Villanueva, Julio Grandez, Gonzalo Bullard y yo) revisamos cuidadosamente las imágenes de satélite con los pilotos de la Policía Nacional del Perú antes de partir desde la cuidad de Tarapoto, localizada en el centro del Perú, hacia la localidad de Puerto Galilea en el río Santiago. 

Nuestro vuelo en el enorme helicóptero ruso MI-17 duró cerca de hora y media. Al salir cruzamos la espectacular Cordillera Escalera, un Área de Conservación Regional emplazada en la parte norte del departamento de San Martín. Luego de pasar la cordillera, sobrevolamos el enorme y verde tapiz de la llanura tropical amazónica, interrumpido solo por el ocasional vuelo de algún buitre real, o coloridas bandadas de Guacamayos Azul y Amarillo que prefieren los enormes aguajales de palmeras Mauritia.
 
Mineria ilegal en el lado este de los Cerros Kampankis
Foto: A. del Campo
Cuando arribamos al río Marañón, uno de los principales afluentes del Amazonas, observamos actividad ilegal de minería de oro, no muy lejos del último sitio que estudiaremos en el inventario. Desde el aire vimos también toda la belleza del impresionante Pongo de Manseriche que segmenta en dos la Cordillera de Kampankis. La larga y marcada zanja cortada para el oleoducto nor-peruano se percibía también claramente desde el aire. Camino a Puerto Galilea pudimos sobrevolar tres de los cuatro sitios del inventario.   


Pongo de Manseriche
Photo: A. del Campo

Un cable de bajada hacia el bosque
Cuando arribamos a Puerto Galilea, nos reunimos con el Comité de Coordinación del Inventario Rápido, conformado por autoridades locales y líderes de las federaciones indígenas. A la mañana siguiente los cuatro equipos de avanzada tomaron distintos caminos. Guillermo y Julio, con todos sus víveres y equipo, surcaron en bote el río Santiago hacia la comunidad de Papayacu. Desde allí y con la ayuda de más de 20 comuneros aliados, caminaron una trocha que los Awajún y Wampis utilizan para cruzar las montañas de Kampankis. Luego de una caminata de cuatro horas llegaron al punto escogido y empezaron a construir el campamento 1 y su sistema de trochas. La mitad de los miembros del equipo eran porteadores, quienes retornaron a Papayacu luego de ayudar a cargar los numerosos bultos.    

Con el MI-17, un helicóptero confiable que hemos utilizado varias veces en anteriores inventarios gracias a una estratégica colaboración con la Aviación Policial del Perú, otros miembros del equipo de avanzada salieron hacia los campamentos 2 y 3. Usando un arnés especial, Aldo y dos comuneros descendieron con un cable por unos 50 metros desde el aire hacia una estrecha quebrada afluente del Santiago.

Aldo y su equipo bajando por cable a Camp 3
Foto: A. del Campo
Ellos pasarían la siguiente semana cortando uno de los cuatro helipuertos y acondicionando un campamento y trochas para los científicos. Los otros volamos al campamento 2, y como el río era más ancho en ese punto, en vez de usar el cable, Italo y sus dos miembros del equipo saltaron desde una altura de un metro y medio a las blancas piedras de la quebrada.   
Dejando equipo para Italo y su equipo en Campamento 2
Foto: A. del Campo

La oscuridad llegó antes de que Gonzalo y yo podamos ir a nuestro campamento, por lo que tuvimos que pasar la noche en Puerto Galilea. A la mañana siguiente volamos nuevamente con el helicóptero y dejamos a los diez participantes restantes en el campamento 2. Antes de salir de ese campamento, pese al ruidoso motor del MI-17 y a través de mis tapones para los oídos pude escuchar la voz de Italo pidiéndome repelente de insectos. Afortunadamente tenía un frasco extra que encontré entre mis cosas y pude lanzárselo a último segundo antes de que el helicóptero parta a mi sitio de campamento que se encontraba en el otro lado de la cordillera. Diez participantes Awajún de cuatro comunidades de la quebrada Cangasa habían estado esperándonos desde el día anterior. Desde el lugar donde prácticamente aterrizó el helicóptero en la quebrada, antes de saltar pude divisar en la lejanía la cima de la montaña y me vino a la mente que tendríamos que cortar una larga trocha para llegar allí.    

Nubes en las cimas de los Cerros Kampankis
Foto: A. del Campo

Lo primero que hicimos en nuestro campamento fue instalar la radio y antena; cada uno de los equipos contaba con un equipo de radio HF para facilitar la coordinación entre nosotros. Los pilotos tenían acceso a una radio en Puerto Galilea para coordinar con nosotros y para saber cuando tendrían que recogernos. Además, nuestro campamento contaba también con un siempre frustrante—pero útil después de todo—teléfono satelital para comunicarnos con los pilotos en Galilea. Como esperábamos, el común denominador de los cuatro sitios fue la muy difícil topografía del terreno. La recepción de radio no era muy buena, pero podíamos percibir las preocupaciones de todos acerca de acceder a las cumbres más altas del la cordillera.   

Todos los líderes de brigada tenían sus imágenes de satélite y mapas topográficos preparados por Mark Johnston y Jon Markel en el Field Museum. Los cuatro sitios mostraban un triangulito rojo casi “de terror,” cada uno cuidadosamente seleccionado por el botánico David Neill, miembro del equipo biológico, en el mismo filo de la Cordillera. Eso significaba que el gran reto para los miembros de los equipos de avanzada era abrir acceso hacia esos remotos puntos. 

Imagen satelital, indicando los campamentos y el triangulo rojo de David Neill,
señalando posibles afloramientos de arenisca.
Mapa: J. Markel y M. Johnston

Mi equipo decidió empezar con otras trochas por terreno un poco menos escarpado para “ponernos en forma” antes de intentar encumbrar Kampankis. Otros trataron de llegar cuanto antes a los puntos más altos para “tacharlos de la lista.” Parte del problema era que en muchas situaciones, camino a la cumbre los equipos llegaban a puntos donde ya no se podía seguir avanzando y tenían que empezar nuevamente con fuerzas renovadas a la mañana siguiente. Luego de unos días, uno a uno exclamaban por la radio “¡Llegamos!”,  “¡Alcanzamos la parte más alta!”, así que entonces le dije a Gonzalo, “OK, ahora nos toca a nosotros”  

Alvaro, Gonzalo, y el resto del equipo de avanzada.
Foto: A. del Campo
Criaturas y voces extrañas en las cumbres
Cuando le pregunté a los miembros de mi equipo quiénes nos iban a acompañar a la cumbre, la mayoría de ellos miraban hacia otro lado o hablaban bajo en Awajún. Algo sucedía. Rufino Chumpi, apu de la comunidad de Chapis y un muy respetado líder en la zona me dijo que él y los otros tres apus iban a liderar el camino hacia la cima. El ascenso fue complicado ya que el terreno era muy agreste y escarpado a través de la espesura del bosque y suelos barrosos debido a la lluvia abundante del día anterior (por lo que habíamos tenido que posponer la subida por un día). Cuando estimábamos que nos encontrábamos a mitad de camino a la cima, paramos brevemente a tomar agua en una de las últimas quebradas antes de la cima. top.

Preparando "chive" en una quebradita.
Foto: G. Bullard
Cuando estimábamos que nos encontrábamos a mitad de camino a la cima, paramos brevemente a tomar agua en una de las últimas quebradas antes de la cima. Los Awajún hicieron chivé, una especie de Gatorade local preparado mezclando fariña de yuca, azúcar rubia y agua de la quebrada. Cuando llegamos a la falda de la última gran cuesta nos encontramos súbitamente rodeados de rocas muy filudas y peligrosas que semejaban hachas gigantes sobresaliendo del suelo. Tratamos de bordear las rocas pero primero llegamos a una especie de callejón sin salida. En el segundo intento llegamos a un solitario pico donde ya no se podía continuar avanzando, por lo que tuvimos que descender nuevamente. En nuestro tercer intento tuvimos la sensación de que el camino hacia la cumbre era el correcto, pero debido a la oscuridad tuvimos que acampar a cerca de 1,100 msnm (nuestro campamento principal se encontraba a solo 240 metros de altitud). Durante la “cena” (atún enlatado con galletas de soda), antes de meternos a las carpas, le preguntamos a Rufino por qué los otros no habían querido subir a la cumbre. Nos contó que estaban preocupados por la probable presencia de “animales extraños y desconocidos” que habitan los filos de Kampankis, así como “voces en un idioma que no se entiende” que supuestamente fueron oídas por locales en el pasado quienes intentaron trepar estas colinas.

Parada en la ruta hacia la cima de Kampankis
Foto: G. Bullard

 A la mañana siguiente subimos hasta la cima de Kampankis en hora y media desde nuestro improvisado campamento. El GPS leía 1,430 msnm y las vistas del otro lado de la cordillera eran magníficas: un espeso colchón de nubes blancas emergía suavemente desde el prístino paisaje que rodea la cuenca del río Santiago. Exactamente al frente de nosotros se lucía una montaña que se parecía mucho al famoso Huayna Picchu del Cusco! 

Vista de la cima de los Cerros Kampankis hacia el río Santiago
Foto: A. del Campo
Retorno a casa
Photo: G. Bullard
Luego de terminar los campamentos, Guillermo y Julio regresaron de Papayacu en bote, mientras que el helicóptero recogía a todos los equipos restantes en una tarde. Luego de informar sobre nuestras actividades al comité de coordinación, retornamos sanos y salvos a Tarapoto, pensando que, en apenas una semana, las misteriosas montañas de Kampankis revelarán algunos de sus secretos más preciados a nuestro equipo de científicos.

Nota por Alvaro del Campo, Biólogo de Conservación



1 comentario:

  1. Me hubiera gustado saber más de las voces en lengua extraña; realmente apasionante!...

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